Un
simple cambio en el método de atribución de escaños habría evitado casi todas
las mayorías absolutas de la democracia sin impedir la gobernabilidad ni
cambiar la Constitución
Carles
Castro, Barcelona – La Vanguardia
El
poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Sin llegar tan
lejos, las mayorías absolutas son en buena parte las responsables de muchos de
los vicios que aquejan a la democracia española y que han dinamitado el
bipartidismo. Sólo el desinterés de populares y socialistas en modificar un
sistema electoral que les beneficia, junto a la dificultad constitucional que
plantea cualquier rediseño de las circunscripciones, explican la pervivencia de
un modelo que penaliza letalmente a los medianos y pequeños partidos de ámbito
estatal. Sin embargo, una simple sustitución del actual sistema de cálculo y
adjudicación de escaños que figura en la ley electoral por otro más
proporcional, impediría las asfixiantes mayorías absolutas sin dificultar la
gobernabilidad.
Concretamente,
el empleo desde 1977 de los sistemas Hare o Sainte-Laguë, en lugar del actual
D’Hondt, se habría traducido en escenarios muy favorables al multipartidismo y
habría brindado opciones de pacto más variadas que la tradicional muleta de los
nacionalistas catalanes y vascos (ver gráficos adjuntos). Sólo en los comicios
del 82, cuando el PSOE obtuvo una cifra de votos abrumadora, el partido ganador
habría sumado la mayoría absoluta del Congreso (más corta, eso sí), con
independencia del sistema empleado.
En
cambio, la aplicación de las fórmulas Hare o Sainte-Laguë a los resultados del
pasado 20 de diciembre habría propiciado un escenario más favorable a la
formación de Gobierno al deshacer el empate entre centro derecha (163
diputados) e izquierda (161) que arrojaron aquellos comicios. En concreto, PP
(105-107) y Ciudadanos (50-51) se moverían en una horquilla de 155-158 escaños,
frente a los 167-169 que reunirían el PSOE (86), Podemos (75-73) e IU (8). Eso
sí, la izquierda habría necesitado la abstención de los nacionalistas en la
investidura.
En
un plano más retrospectivo, la aplicación de fórmulas más proporcionales a los
resultados que se han registrado desde 1986 habría facilitado la supervivencia
de partidos bisagra (como el CDS) y habría promovido una cultura del pacto que
tanto se ha echado en falta en la última y breve legislatura. Por ejemplo, en
los comicios de hace treinta años y, sobre todo, en los de 1989, el partido
ganador (el PSOE) habría quedado lejos de la mayoría absoluta pero habría
contado con varios socios que elegir: IU, el CDS o diversas combinaciones de
partidos nacionalistas. En ambas citas, los centristas de Adolfo Suárez habrían
duplicado prácticamente su cosecha de escaños y eso les hubiese brindado un
papel decisivo (y su eventual supervivencia, en lo que habría supuesto una
formidable reescritura de la historia reciente).
Finalmente,
las dos últimas mayorías absolutas registradas en España –la de Aznar en el 2000
y la de Rajoy en el 2011– no se habrían producido con alguna de las dos
mencionadas fórmulas de cálculo. Eso sí, los dos presidentes del PP habrían
podido gobernar sin problemas y con una notable variedad de socios nacionalistas,
incluido (en el caso del 2011) un partido de ámbito estatal: la casi extinta
UPyD de Rosa Díez.
-
Directo
| La participación en las elecciones se sitúa en el 36,8% a las dos, casi
idéntica al 20D - Más de 36,5 millones de personas están llamadas a votar
en las elecciones generales del 26J.
*** Con
la cooperación y la cortesía de Ángel Verdin / PG
Sem comentários:
Enviar um comentário