Barack
Obama, una figura decorativa en la Casa Blanca que no pudo impedir que un energúmeno
como Benjamin Netanyhau se dirigiera a ambas cámaras del Congreso para sabotear
las conversaciones con Irán en relación al programa nuclear de este país, ha
recibido una orden terminante del complejo “militar-industrial-financiero”:
debe crear las condiciones que justifiquen una agresión militar a la República Bolivariana
de Venezuela. La orden presidencial emitida hace pocas horas y difundida por la
oficina de prensa de la
Casa Blanca establece que el país de Bolívar y Chávez
“constituye una infrecuente y extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y
la política exterior de Estados Unidos”, razón por la cual “declaro la
emergencia nacional para tratar con esa amenaza.”
Este tipo de declaraciones suelen preceder a agresiones militares, sea por mano propia, como la cruenta invasión a Panamá para derrocar a Manuel Noriega, en 1989, o la emitida en relación al Sudeste Asiático y que culminó conla Guerra en Indochina,
especialmente en Vietnam, a partir de 1964. Pero puede también ser el prólogo a
operaciones militares de otro tipo, en donde Estados Unidos actúa de consumo
con sus lacayos europeos, nucleados en la OTAN , y las teocracias petroleras de la región.
Ejemplos: la Primera
Guerra del Golfo, en 1991; o la Guerra de Irak, 2003-2011,
con la entusiasta colaboración de la Gran Bretaña de Tony Blair y la España del impresentable
José María Aznar; o el caso de Libia, en 2011, montado sobre la farsa
escenificada en Benghazi donde supuestos “combatientes de la libertad” – que
luego se probó eran mercenarios reclutados por Washington, Londres y París-
fueron contratados para derrocar a Gadaffi y transferir el control de las
riquezas petroleras de ese país a sus amos. Casos más recientes son los de
Siria y, sobre todo Ucrania, donde el ansiado “cambio de régimen” (eufemismo
para evitar hablar de “golpe de estado”) que Washington persigue sin pausa para
rediseñar el mundo -y sobre todo América Latina y el Caribe- a su imagen y
semejanza se logró gracias a la invalorable cooperación de la Unión Europea y la OTAN , y cuyo resultado ha
sido el baño de sangre que continúa en Ucrania hasta el día de hoy. La señora
Victoria Nuland, Secretaria de Estado Adjunta para Asuntos Euroasiáticos, fue
enviada por el insólito Premio Nobel de la Paz de 2009 a la Plaza Maidan de Kiev
para expresar su solidaridad con los manifestantes, incluidos las bandas de
neonazis que luego tomarían el poder por asalto a sangre y fuego, y a los
cuales la bondadosa funcionaria le entregaba panecillos y botellitas de agua
para apagar su sed para demostrar, con ese gesto tan cariñoso, que Washington
estaba, como siempre, del lado de la libertad, los derechos humanos y la
democracia.
Este tipo de declaraciones suelen preceder a agresiones militares, sea por mano propia, como la cruenta invasión a Panamá para derrocar a Manuel Noriega, en 1989, o la emitida en relación al Sudeste Asiático y que culminó con
Cuando
un “estado canalla” como Estados Unidos, que lo es por su sistemática violación
de la legalidad internacional, profiere una amenaza como la que estamos
comentando hay que tomarla muy en serio. Especialmente si se recuerda la
vigencia de una vieja tradición política norteamericana consistente en realizar
autoatentados que sirvan de pretexto para justificar su inmediata respuesta
bélica. Lo hizo en 1898, cuando en la
Bahía de La
Habana hizo estallar el crucero estadounidense Maine,
enviando a la tumba a las dos terceras partes de su tripulación y provocando la
indignación de la opinión pública norteamericana que impulsó a Washington a
declararle la guerra a España. Lo volvió a hacer en Pearl Harbor, en Diciembre
de 1941, sacrificando en esa infame maniobra 2,403 marineros norteamericanos e
hiriendo a otros 1,178. Reincidió cuando urdió el incidente del Golfo de Tonkin
para “vender” su guerra en Indonesia: la supuesta agresión de Vietnam del Norte
a dos cruceros norteamericanos –luego desenmascarada como una operación de la CIA- hizo que el presidente
Lyndon B. Johnson declarara la emergencia nacional y poco después, la Guerra a Vietnam del Norte.
Maurice Bishop, en la pequeña isla de Granada, fue considerado también él como
una amenaza a la seguridad nacional norteamericana en 1983, y derrocado y
liquidado por una invasión de Marines. ¿Y el sospechoso atentado del 11-S para
lanzar la “guerra contra el terrorismo”?
La
historia podría extenderse indefinidamente. Conclusión: nadie podría
sorprenderse si en las próximas horas o días Obama autoriza una operación
secreta de la CIA
o de algunos de los servicios de inteligencia o las propias fuerzas armadas en
contra de algún objetivo sensible de Estados Unidos en Venezuela. Por ejemplo,
la embajada en Caracas. O alguna otra operación truculenta contra civiles
inocentes y desconocidos en Venezuela tal como lo hicieran en el caso de los
“atentados terroristas” que sacudieron a Italia –el asesinato de Aldo Moro en
1978 o la bomba detonada en la estación de trenes de Bologna en 1980- para
crear el pánico y justificar la respuesta del imperio llamada a “restaurar” la
vigencia de los derechos humanos, la democracia y las libertades públicas. Años
más tarde se descubrió estos crímenes fueron cometidos por la CIA.
Recordar
que Washington prohijó el golpe de estado del 2002 en Venezuela, tal vez porque
quería asegurarse el suministro de petróleo antes de atacar a Irak. Ahora está
lanzando una guerra en dos frentes: Siria/Estado Islámico y Rusia, y también
quiere tener una retaguardia energética segura. Grave, muy grave. Se impone la
solidaridad activa e inmediata de los gobiernos sudamericanos, en forma
individual y a través de la
UNASUR y la
CELAC , y de las organizaciones populares y las fuerzas
políticas de Nuestra América para denunciar y detener esta maniobra.
Rebelión
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1 comentário:
Pura propaganda comunista ao estilo da ditadura sovietica ou do tirano castro
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