Martinho Júnior | Luanda
“La
división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan
en ganar y otros en perder.
Nuestra
comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó
en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se
abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta.
Pasaron
los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones.
Éste
ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrotaba a la fábula y
la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos
de oro y las montañas de plata.
Pero
la región sigue trabajando de sirvienta.
Continúa
existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del
petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias
primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan,
consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos.
Son
mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que
reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey
T. Oliver, coordinador de la Alianza para el Progreso, hablar de precios justos
en la actualidad es un concepto medieval.
Estamos
en plena época de la libre comercialización”...
(In “As
veias abertas da América Latina”, de Eduardo Galeano).