Ángel
Guerra Cabrera – La Jornada
(mx), opinion
El plan golpista denominado Operación Jericó, que incluía ataques armados y el bombardeo aéreo de varios puntos estratégicos de Caracas, fue abortado por los órganos de seguridad bolivarianos los días 11 y 12 de febrero pasados. Los principales implicados fueron detenidos, entre ellos militares retirados y en activo. Sus declaraciones y la investigación de los hechos condujeron días después al arresto y encausamiento de Manuel Ledezma, alcalde metropolitano de Caracas.
Hace
alrededor de un año también fue detenido Leopoldo López, quien poco antes había
llamado desde Miami a “adelantar la salida del gobierno… y que Nicolás Maduro
tiene que salir antes que tarde de la presidencia de Venezuela… cómo vamos a
esperar seis años más… no podemos asumir una actitud propia de un sistema
democrático”. López es el responsable del desencadenamiento en enero de 2015 de La
salida, un plan desestabilizador que rápidamente tomó un cariz de extrema
violencia, que costó la vida a 43 personas, entre ellas militantes chavistas y
miembros de los cuerpos de seguridad. Intervinieron mercenarios, incluyendo
paramilitares colombianos, entre ellos francotiradores que asesinaron a algunos
de los fallecidos.
He
visto en Caracas el indignado reclamo de miembros del Comité de Víctimas de las
Guarimbas por que se haga justicia a los responsables de esos actos de
violencia.
Ledezma,
es el prototipo del político sin escrúpulos del viejo partido Acción
Democrática. Como López fue partícipe del derrotado golpe de Estado contra el
presidente Hugo Chávez de 2002, pero ambos se beneficiaron de la generosa
amnistía del comandante.
Al
igual que Atilio Borón, cabe preguntarse si estos personajes hubiesen corrido
igual suerte en Estados Unidos de haber intentado allí el derrocamiento del
gobierno (www.cubadebate.cu/opinion/2015/02/22/conspirar-en-estados-unidos).
En
su Doctrina de Seguridad Nacional de febrero de este año dice el presidente
Obama: nosotros apoyamos a ciudadanos cuyo pleno ejercicio de la
democracia está en peligro, como los venezolanos. He aquí la explicación del
extraordinario incremento de las acciones golpistas contra la Venezuela bolivariana,
uno de los países más democráticos del mundo desde la llegada de Hugo Chávez a
la presidencia.
El
golpismo se intensificó sobre todo a partir de la elección del presidente
Maduro en abril de 2013. Washington y las oligarquías decidieron echar toda la
carne al asador para destruir la revolución bolivariana, aprovechando la muy
sensible ausencia física de su líder histórico. Desde ese momento la violencia
brota periódicamente con el telón de fondo de una colosal campaña mediática
internacional de descrédito contra el gobierno bolivariano, aún mayor que la
llevada a cabo desde la primera campaña electoral de Chávez (1998) hasta su
deceso.
La
oposición venezolana detesta la democracia pero las instrucciones de Washington
la llevan a transitar descaradamente de reiterados y –últimamente– constantes
intentos de derrocar al gobierno bolivariano, al usufructo del mejor
sistema electoral del mundo, según la definición del ex presidente de Estados
Unidos, James Carter. La oposición gobierna en unos cuantos estados, en
numerosos municipios y tiene una importe, aunque minoritaria, representación en
la Asamblea Nacional.
Parte
importante de las acciones golpistas ha sido el desabasto provocado por los
grandes empresarios que acaparan o contrabandean hacia Colombia los productos
subsidiados de la canasta básica que compran con dólares vendidos a precio
preferencial por el gobierno venezolano.
En
la planificación del golpismo contra Venezuela participa activamente Estados
Unidos y sus embajadas en Caracas y Bogotá. Washington utiliza a fundaciones
como el Instituto Nacional Demócrata y el Instituto Nacional Republicano o
solicita la colaboración de personajes de confianza como los ex presidentes
Álvaro Uribe, Sebastián Piñera, Andrés Pastrana o Felipe Calderón para encubrir
su liderazgo golpista. Renglón aparte merecen los legisladores
cubanoestadunidenses Ileana Ross-Lehtinen, Mario Díaz Balart, Marcos Rubio y
Robert Menéndez.
El
propósito de los planes golpistas, si no tuvieran éxito a corto plazo, es crear
una situación de angustia y disgusto en el pueblo venezolano que propicie la
pérdida de la mayoría parlamentaria por el chavismo en las elecciones de
diciembre de 2015 y así crear un clima de anarquía e ingobernabilidad al
presidente Maduro. Están jugando con fuego.
Twitter:@aguerraguerra
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